6 feb 2012

Incertidumbre.

Miro mi rostro en el espejo y veo a alguien que no conozco. ¿Quien es esa persona devolviéndome la mirada a través de ese cristal? ¿Qué es lo que quiere? Debo confesar que desprecio con toda mi alma mi propio reflejo, no veo lo que quiero ver, el estar parada frente a él lo único que hace es que mi mente se haga demasiadas preguntas, se llene de dudas, que conozca a la incertidumbre. Hay gente que sufre de narcisismo, un amor muy grande, casi incontenible hacia su propio ser, lo mío vendría a ser totalmente lo contrario. Vendría a ser una contra-cara de ese defecto, un defecto incluso peor, uno que hace que me odie con tanto fervor que tenga ganas de arrancarme la cara. El problema es que no sé quien soy, no sé que quiero ni de donde vengo ni a donde voy, muy al contrario de la famosa canción.

Las cuestiones de la vida no se resuelven solas, he estado demasiadas veces frente a grandes cuestionamientos, donde no sabía que era verdad y cual era la mentira. Sigo ahí, en ese limbo de los hechos que rigen mi vida. De hecho ni siquiera tengo una idea de cual es mi propósito en este mundo. ¿Qué demonios hago en el planeta? ¿Cuál es el motivo de la existencia de mi ser? Me han dotado de tantas cualidades que no tienen nada que ver una con la otra, me han dado una mente demasiado poderosa. Ni siquiera tengo el poder de controlarla y mucho menos de utilizarla de manera correcta. Dicen que la mente de una mujer puede ser intrigante, la mía es atemorizante. Es que ella ha pensado demasiadas veces en la muerte, ¿Qué es lo que la hace distinta de la vida? ¿Por qué me parece tan indiferente a veces y otras me aterra? Cruzan pensamientos en mi cerebro sobre cómo sabré cuando estoy muerta y cuando será que solo estoy durmiendo. ¿Será que al dormir vamos a un mundo nuevo? ¿Que renacemos en nuestros propios pensamientos y ésta vida dura solamente lo que dura un sueño? Es más, la vida es solo un respiro en comparación a la muerte, vivimos poco tiempo comparado con el tiempo en que morimos. Al morir pasamos a ser eternos, y aunque crea en el Divino Dios que está allá en lo alto protegiéndonos, no me es posible dejar de cuestionarme el hecho de que moriré algún día y que no sé que será de mi cuando pase a ser eterna....

No quiero morir, solo quiero seguir soñando, quiero seguir sin saber cuál es mi propósito en la vida, quizá a eso estoy destinada, a no saber cual es mi destino, y tal vez, ése cruel destino quiera que cuando descubra cual es mi motivo de existir, tenga que ser llevada al más allá. Tal vez mis días estén marcados por la incertidumbre, el no saber a donde ir.. Tal vez lo que me espera es caminar a ciegas buscando respuestas que sólo encontraré cuando esté por morir. Y pensar que yo solía ser una amante de la ironía.

Es más, no creo que esté valorando lo que es la vida lo suficiente, los días pasan mientras mi realidad se detiene con sueños, mi organismo vive el día a día y mi mente no quiere proceder. Se niega a actuar a mi antojo, ella controla lentamente todo lo que soy, se apodera de mis sueños, de mis sentimientos de mis anhelos. Mi mente es mi mayor enemigo, juega en mi contra, quiere destruirme con sus deducciones y sus dudas. Creo que el momento en que empezaré a darme cuenta de que estoy viva será solamente cuando esté muriéndome. Es parte de la naturaleza humana, solo queremos las cosas por más que las tengamos frente por tanto tiempo cuando las estamos por perder o cuando ya la hemos perdido. Tengo miedo de qué tan lejos puede llegar mi cordura, cuánto más soportaré no tener respuestas a todo lo que me intriga. Después de todo, la incertidumbre siempre fue y será la única que aparece cuando veo a mi reflejo y de hecho, mi vida se rige con ella.

No es que quiera ser poeta, de hecho, sí quiero serlo, estas palabras las escribo de esta manera, porque tal vez es el modo en que me siento más cómoda. Ni siquiera yo entiendo mis propias palabras, y es mejor que las demás personas tampoco las entiendan, si saben cómo soy, sabrán mi punto débil y lo utilizarán para desfavorecerme. Si me expresara de una forma tan banal como para que todos supieran mi estado, me meterían en algún tipo de manicomio. Sé que no estoy loca, sé que es más bien una enfermedad. O capaz no sepa nada y solo esté en eso que llaman crisis existenciales, o sea uno de esos días donde mis hormonas adolescentes me dominan. Tal vez esté equivocada, tal vez no lo esté, no lo puedo saber; pero es mejor que todo siga regido por la incertidumbre, que después de todo, aunque me desgarre cada vez que la veo en el espejo, es la única de quien puedo fiarme en esta vida.

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